El hombre me decía “no, no, she”, y yo volvía a responder “he’s not available”. ”. Un hombre preguntaba por una tal Helen y yo, que me había aprendido una serie de respuestas, le respondía que “he’s not available”. Durante mis cinco semanas en Londres di muchos paseos, nunca más allá de mi línea Sykes-Picot imaginaria en Clapton, desde donde cruzaban hombres con machete, visité tres o cuatro veces el Tate Modern y leí el Guardian, el Financial Times, el Economist, vi la serie Luther en la web de tele a la carta de la bbc (es una policíaca que transcurre en Londres y uno de los crímenes ocurre en Clapton), escribí un pequeño diario tan malo que no hace falta rescatarlo aquí y grabé muchos vídeos con una cámara vieja de mi padre. Durante años tuve su tarjeta de presentación: Teo van den Broeke. Frente a mí trabajaba, las pocas veces que estaba en la redacción, un tal Teo. Mientras yo trabajaba, Paco se quedaba en hmv, la tienda de discos.
Iba a algún almacén o directamente a la tienda desde donde lo enviaban. Sabía que no me cabrían muchos en la maleta, así que elegí muy bien: un libro sobre arte asiático y otro sobre un peregrino que viaja a Yemen y se convierte al islam. El primer día escribí un pequeño artículo sobre el nuevo Mini Cooper que se publicó y no me hizo nada de ilusión: era un publirreportaje. Otras veces, llamaba alguien con un acento muy cerrado y no entendía nada. Mi trabajo en Esquire no era nada periodístico. Normalmente era algo que luego nadie abría en la redacción. Todavía no me arrepiento y Diez negritos seguro que se seguirá representando hasta el fin de los tiempos. Imagino que le hacía ilusión verme, pero su principal motivación era ver El árbol de la vida, de Terrence Malick, que no se estrenaría hasta otoño en España. Max Olesker, el asistente del director y mi principal aliado en la oficina, gritó que lo conocía de la universidad y llamó a varios amigos para corroborarlo. Nunca llegué a dárselo porque cortamos antes: un día la acompañé a coger un autobús a la estación de Avenida América, en Madrid, y en la puerta del bus estaba su exnovio, que le había pedido matrimonio días antes.
Paco, mi amigo del instituto de Mazarrón, vino a pasar unos días. Visitamos con desgana lo que había que visitar e hicimos lo mismo que podíamos haber hecho en cualquier lugar del mundo. En su lugar fui a un concierto de metal extremo en The Underworld, en el barrio de Camden Town. Compré el último número de News of the World, el dominical del Sun propiedad de Rupert Murdoch, porque intuí que era un momento histórico. Vuelva a intentarlo en otro momento. Ha surgido un problema al filtrar las opiniones justo en este momento. Al presentarme a todos los compañeros de la redacción, el editor de moda alabó mis zapatos y desde ese momento me los puse todos los días. No todos los días había trabajo para mí, pero todos los días había alguna llamada que tenía que responder. Unos días después, con ese look, un fotógrafo me pidió unas fotos por el Soho. Dos años después, en otra estancia en Londres, mi padre me dio dinero para ir a ver algún clásico. Durante toda mi estancia lo más cerca que estuve de salir con una chica fue con la guineana a la que no volví a ver.
Durante mi primer año de universidad, me preocupé por vestir bien. La chaqueta acolchada adidas Arsenal 20/21 Año Nuevo Chino te prepara para el año nuevo gracias a el diseño del búfalo chino que simboliza la perseverancia y las posibilidades del futuro. Ese año leí más literatura, visité mejor los museos, fui a locales de dubstep, medio ligué, que es lo que siempre hago, me tomé en serio Londres y tuve tiempo para cansarme de ella, a pesar de que siento que aún no la conozco. Si te cansa Londres te cansa la vida, decía Samuel Johnson. Mi última visita a Londres fue con veintiún años y una beca para estudiar inglés. El periódico cerraba tras descubrirse que llevaba años espiando y hackeando teléfonos de famosos. Tardé varios años en leer el cómic porque me hacía sentir un poco imbécil. Era muy serio y tímido, super vigo y creo que estaba un poco triste.
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