Tenía que haber alguna relación con lo que me había pasado y con esos tipos que me habían seguido por toda la ciudad. El entrenador noruego ha estado a cargo de Man U durante algunas temporadas, y su mejor temporada llegó el año pasado. El entrenador de Manchester City, a sus 50 años, es una figura elegante sin importar en qué club haya estado. Logo adidas y escudo del club estampados. Estaba bien fastidiado. Cuando llegué cerca del conductor, le pregunté inquieto: —Disculpe, ¿ Recordé inmediatamente que lo había visto antes, cerca del secretariado, apartado a un lado, como si esperara a alguien. No era el tipo de riesgo que estaba dispuesto a correr. Salí. En cuanto salí, me puse a correr de nuevo. Yo mismo estaba sorprendido de la rapidez con la que podía correr durante tanto tiempo. Tanto la chaqueta como el pantalón tienen bolsillos laterales para tus accesorios. Igual que con los jugadores NBA de los que dispones de muchas camisetas NBA tanto para jugar como para vestir.

Muchas camisetas de baloncesto NBA lucen independientemente del equipo que seas, seguro encuentras las tuyas y sino siempre podéis preguntarnos para ayudaros. Di unos pasos atrás a la vez que me tapaba las orejas. Di un paso atrás para evitar que me vieran, pero sabía lo ridículo que era ese gesto. Volver a ponerme esa ropa era un primer paso para aceptar una realidad segura, una realidad en la que debía estar afeitado, limpio y presentable. Los muros de piedra blanca se iluminaban a mi paso. Había conseguido escapar. Yo, Vigo Ravel, esquizofrénico, chandal arsenal 2021 había conseguido dejar atrás a esos dos tipos. Un pequeño esquizofrénico, anónimo, perdido, esclavo de nuestra ridicula condición, sacrificado como otros miles a la locura militar de Napoleón. La gente se apartaba a mi paso, como se aparta de un vagabundo que huele a basura y suciedad. Respiré durante un instante, inmóvil, después volví a ponerme en marcha agachado para no herirme la cabeza con el techo, que era muy bajo. Apretar una mano. Compartir durante un instante nuestros útiles.

Es básico. Si no, está usted dejando de asistir a una persona en peligro. Un peligro. Las palabras de la mujer resonaban todavía en mi cabeza. Y las voces amenazantes de mi cabeza me perseguían. Voces tristes. Frases cargadas de desasosiego. —No puedo obligarlo. Pero estas voces realmente parecen incapacitarlo para la vida diaria. —No puedo formarme una opinión tan rápido, señor Ravel. Señor Ravel —me anunció ella con voz franca—, esto es lo que le propongo. De repente, una voz me sacó de mi turbación. De repente, cuando llegué a una intersección, decidí tomar otra calle a la izquierda, más oscura todavía. Deslicé una mano en el bolsillo de mi chaqueta para buscar mis cigarrillos. Tras pasar de largo a un grupo de socorristas perplejos, crucé la pasarela a toda velocidad, con la mano en la barandilla para no perder el equilibrio. Estuve a punto de perder el equilibrio al esquivar un cubo de basura. Estaba loco, pero no hasta ese punto.

Corrí cada vez más rápido, hacia la izquierda del Gran Arco, subiendo de cuatro en cuatro los escalones que llevaban hasta un gran puente peatonal, sin preocuparme de cómo me tiraba la gente. No sabía cómo salir de esa situación. Ahora eran dos los tipos que me perseguían, ambos con sus chándales grises. Coloqué tímidamente un pie en el primer escalón; pero, en el mismo instante, vi que uno de los tipos salía del coche, presto a saltarme encima. En coche, no tendrían dificultad en seguirme. A veces me asaltan, como fiases, ante un objeto, un olor, un sonido. Cuando llegué al final del puente, bajé los escalones tan rápido como me fue posible, después me precipité a la calle. Cuando llegamos a la gran Place de la Porte-Maillot, frente al Palais des Congrès, el autobús tomó una calle reservada, prohibida para los coches. Decidí probar suerte y me dirigí hacia el autobús. Sus pasos se alejaron hacia la otra punta de la calle.

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