No es el tipo de definición que tranquiliza. El segundo tipo había conseguido alcanzarme en coche. Fue como si la siniestra acumulación de aquellas imágenes hubiera acabado por retomar el contacto con la realidad. Con una cierta realidad. Es una especie de crisis epiléptica. Intente meterme por aquella extraña asamblea, pero enseguida mesacudieron los síntomas que avisaban de una crisis violenta. Algunos creen que podría haber nacido en otro sitio, en Asia tal vez, y mucho antes. Su curiosa historia podría haber empezado en África, hace ciento veinte mil años. Tenía que haber alguna relación con lo que me había pasado y con esos tipos que me habían seguido por toda la ciudad. Ya que uno no puede sentirse más lleno de vida que cuando ve pasar la muerte de cerca, o cuando la vive por poderes. La muerte es un grado de soledad todavía mayor que la vida. Vivo, estoy vivo, y no es posible que eso termine.
Como si no fuera suficiente con eso. Durante los días que siguen al drama, la cifra oficial aumenta, como una gran y macabra venta en una subasta, y se diría que la gente lo está esperando y que se decepciona cuando se para. También había aún personas a las que sacaban de entre los escombros, y que habían permanecido durante más de veinticuatro horas bajo éstos. No consigo explicármelo, pero también yo siento esa mórbida fascinación por el número de muertos tras los atentados o las catástrofes naturales. 08. La principal información que parece interesar a los telespectadores después de un atentado es el cómputo humano, el número exacto de muertos. Tuve la sensación de despertarme al fin, de abrir los ojos: de golpe, recordé que había sobrevivido al atentado y el porqué. 10. Veinticuatro horas después del atentado de la torre SEAM, los periodistas eran todavía incapaces de dar el recuento exacto. Aparecía en las pantallas del mundo entero.
» Las voces estaban por todas partes, se deslizaban hasta el menor recodo de mi cerebro, cada vez más enredadas entre sí. Así es el Homo sapiens: un destructor, un superdepredador del mundo y de sí mismo. Tal vez esté loco, desde luego, pero soy como todo el mundo. Un día u otro, nos llegará el turno, chaqueta arsenal 2021 2022 y me temo que esta extinción puede ser inminente y que nuestra especie ya huele como un cadáver. Una barba dura y que pinchaba la recubría. No somos más que una sola cosa: seres que mueren. La insignia de transferencia de calor muestra que están todos juntos. Lo he buscado en diccionarios, y he comprobado que a ellos también les suscita dificultades. Mi angustia escatológica. Llegué a darle este nombre después de buscar en diferentes diccionarios, donde por fin encontré la palabra que se ajustaba a mi mayor miedo. Esto tiene un nombre.
Esto hace mucho ruido en mi cabeza, pero acabo durmiéndome. No puedo ser el único que piensa esto. Un inmenso estropicio. Pues en esto consiste mi angustia escatológica. Nada. Ni siquiera esa gran nada que éramos antes de nacer, pues al menos éramos una posibilidad. La propia humanidad encierra una gran paradoja, pues es la especie que mejor se adapta a los cambios externos y la que demuestra mayor inclinación a autodestruirse. Por más que seamos los campeones de la adaptación, hemos de ser realistas, a fuerza de rebuscar en la mierda, acabaremos en el contenedor de reciclaje. Debe de ser efecto de mi angustia escatológica. Mi angustia por la muerte llega de noche. Mi muerte no es inobservable, porque cuando llegue ya no estaré. Entonces no, mi vida no se ve afectada por la muerte del otro, la experiencia de la muerte no es transferible, y, por tanto, ninguna muerte me hará aceptar la mía. Soy esquizofrénico. En pocas palabras, soy un discapacitado del alma, mi vida es una gran burla, algo inútil sin sentido. Jamás veo su alma, su interioridad. Cierro los ojos, todos mis ojos: los de mi cuerpo y los de mi alma. Seguí recto. Una vez llegué al otro lado, me lancé a la primera calle.
Cuando le gustó este artículo informativo y le gustaría recibir detalles sobre chandal del arsenal 2021 por favor visite nuestro sitio web.